La sociedad de los peones
La sociedad de los peones
Por: Diego Martín Antón
Con los tiempos, las sociedades se han transformado en un conjunto de piezas maniobrables. En donde conviven sobre un gran tablero, la realidad, los reyes, los alfiles, las torres, los caballos y nosotros. Los peones.
Obnubilados, en muchos casos por intereses individuales a los poderes de turno. Conformamos con el tiempo, una dependencia total, sistemática, para con quienes se apropian del entablado y a punta dedo disponen de él, ejerciendo así, su poder absoluto sobre nuestras decisiones. Y así, nos vamos moviendo siempre a conveniencia del gran jugador de paso.
Sacrificándonos en pos de una teoría libre y social, pensando que será un triunfo en su conjunto, equitativo y real. Pero como ya hemos aprendido, nada de esto sucede, ni sucederá. Mientras haya nuevos enroques.
Como peones, solo nos encasillan, nunca nos dejarán pensar, ni volver nuestros pasos hacia atrás, avanzamos ciegos, siempre hacia delante. A merced de lo que gran jugador y sus opresores criterios disponen.
Pero quienes juegan asiduamente al ajedrez, o quienes tenemos un conocimiento básico de este maravillo y ancestral juego de estrategias, sabemos por demás, que los peones son las únicas fichas que tiene prohibido el movimiento hacía atrás. Convirtiéndolas en carne de cañón frente a los embates del oponente.
La sociedad actual, esta tomando este rol menor y escueto en las grandes contiendas, siendo inversa su postura a los principios democráticamente establecidos. La sociedad, peón. Avanza únicamente de a un casillero, defendiendo a capa y espada el conjunto de figuras más notorias del juego. Esas piezas que pesan y valen mucho más que unos simples peones, que con sus parsimoniosos pasos hacen frente a las arremetidas diarias. Y son consideradas, como la fuerza más vulnerable en cualquier choque.
Esporádicamente, algún peón logra llegar al otro extremo del tablero, y como en un cuento de hadas, se transforma en una pieza de mayor valía. En un rey valioso, pero sin derecho a nuevos enroques. Pero sabemos, que estas posibilidades son muy escasas y como he comentado desde el principio. Dependemos en nuestra totalidad, de la mano y la ambición del gran jugador de turno. El gran rey, le llamaremos entonces.
Podemos otorgar al resto de las piezas nombres interminables, asociarlas a figuras obsecuentes al poder, sin olvidarnos que también, nos sacrificamos por ellas. Porque tienen facultades o menesteres superiores a los nuestros, porque les hemos otorgado con nuestros esfuerzos. Roles superiores.
Es por ello, que a menudo me pregunto... Sí la sociedad actual tiene por decisión sacrificarse, luchar día a día, resguardando y velando por las figuras que nos deberían defender. Y estás, en vez de administrar o gobernar para sus sociedades, solo crean nuevas desigualdades, dividiéndonos más, luego corrompiéndonos con migajas de pan. ¿Qué camino hemos elegido, y porqué razón les defendemos entonces?
Quizás, seguir siendo como sociedad la defensa real de este gran dilema que aduce al defensor débil, defendido por sus bastardeados peones. Nos forja al sometimiento y a la ceguedad, sin restricciones.
La pieza llamada rey, es en su esencia uno de los nuestros. Si basta con verle mover en el tablero, avanza siempre de a un casillero, solo que esta pieza, ha aprendido a moverse en direcciones convenientes a sus propias convicciones.¡Pequeña y gran diferencia nos esconde!
Podemos darle a la figura de la reina, el titulo de la justiciera, ella es realmente la pieza con más poder y virtud de este juego… ¡Pero también defiende al rey! Bendita paradoja tenemos entonces…
¿Y quién defenderá a la sociedad? – Le pregunto, a los otros peones…
¿Estaremos destinados a ser devorados? – Me reuso, entonces…
¿No debería ser el pueblo, el actor primordial del juego? – Que sugestión, señores…
¡Pero vamos hacía delante! Avanzamos con las vendas en los hacía el retroceso, caminamos, así es… sin horizontes.
¡Pero vamos hacía delante! Involucionando al ser obligados a transitar por frágiles peldaños, bordeando precipicios, esquivando de ante mano posibles soluciones.
Recordemos que siquiera… Tenemos la potestad de tomar nuestras propias decisiones.
¡Cuando llegará ese día! En el que un simple peón, uno de los verdaderamente nuestros, se convierta en rey y reine a conciencia para su pueblo.Un rey que gobierne, para los que luchan por una sociedad libre, que sea nuestro tutor esencial. Que salga en defensa de sus peones.
¿Llegará ese día? No quiero seguir perteneciendo a una sociedad autista, en la cual solo un par de fichas nos imponen opiniones. Le pregunto a todos ustedes… Señores peones.
0 comentarios:
Publicar un comentario